Qué escándalo. Esto es un escándalo. Llámalo X.
Pasó de puntillas, casi desapercibido. Como esas cosas inocuas que suceden cotidianamente y que son engullidas en eso que “sabe todo el mundo”. Esa gran frase eximente que permite pisotear las hemerotecas, las instituciones, la moral y la ética pública, mancilladas por personas o personajes a los qué se suponen ser sus garantes. Un presidente de Comunidad Autónoma que se permite sumirse en la holganza (da igual su contenido “material”) en medio de una tragedia con muertos a decenas por su negligencia criminal. O la del mismo rango que dispara insultos como un chimpancé con pistolas en modo bomba racimo, con el arquetipo de la chulería madrileña como modelo comunicativo y en base a una estrategia preestablecida, bien ensayada en Britania y USA, que la oposición de izquierda madrileña y estatal no ha comprendido ni sabido contraponer.
O un jefe de Estado de delinque, pero que o es inmune o están prescritas sus tropelías cuando se descubren. Un emérito a título de rey que resulta ser un depredador sexual y un comisionista de elite, sin dar cuentas al fisco, ocultando su fortuna obtenida por procedimientos propios de dictadura bananera y donada en secreto a no se sabe que descendientes. Ahora mismo y sin “persecución” alguna. Con una de sus posibles (seguras) beneficiarias haciendo declaraciones en plan de “pijoinfluencer” sobre la cobardía y la ética. Que morro. Qué escándalo. Ya se sabe. No pasa nada.